La economía solidaria, por Luis Enrique Espinoza – Volumen 2

La economía solidaria, por Luis Enrique Espinoza – Volumen 2

18th enero 2021 Uncategorised 0

La Economía solidaria nace del tronco común de la Economía social[1] con un enfoque crítico que pretende cambiar de raíz y desde abajo el sistema de prioridades de la economía convencional (lógica acumulativa, mercantilización creciente y búsqueda del máximo beneficio), y el propio papel de la economía en las relaciones sociales y con la Naturaleza, resituando las personas, al planeta y su propia sostenibilidad en el centro (ASKUNZE y DÍEZ, 2019). No se trata solo de una propuesta teórica sino que se concreta en prácticas de transformación y emprendimientos productivos que buscan construir relaciones económicas de producción, distribución, financiación y consumo basadas en la justicia, cooperación, reciprocidad y ayuda mutua como alternativa (HEGOA et al. 2011, p. 19-20).

 



[1] En el I Encuentro Latinoamericano de socioeconomía solidaria (Porto Alegre 1998) y en la constitución de la Red Global de socioeconomía solidaria (Porto Alegre 2001) se caracterizó a la Economía solidaria como aquel conjunto de formas de producción, comercialización, crédito y consumo que subordinan la obtención de lucro a otra finalidad, más importante, que es proveer de manera sostenible las bases materiales para el desarrollo personal, social y ambiental del ser humano. Para la Economía solidaria el trabajo desempeña el rol central dentro de la empresa, mientras que la eficiencia económica no se mide en función de beneficios materiales sino de la calidad de vida y la felicidad que aportan tanto a sus miembros como a la sociedad (GARCÍA JANÉ et al. 2006, p. 218).

Esta propuesta se asocia a valores muy diferentes de los que sustentan el modelo capitalista actual: el empoderamiento de las personas y organizaciones ciudadanas, el impulso de redes basadas en la cooperación y la no competitividad, el desarrollo de modelos democráticos en la toma de decisiones, la conservación ecológica, la igualdad de oportunidades, la valoración de los procesos relacionados con la reproducción de la vida y de los cuidados, la generación de riqueza e instrumentos financieros en condiciones éticas, el refuerzo de las capacidades de personas y colectivos excluidos, la innovación socioeconómica al servicio del desarrollo humano local… (ASKUNZE, 2013).

 

 

La Economía solidaria está presente en todos los espacios del ciclo económico (financiación, producción, comercialización y consumo) y tiene propuestas y alternativas prácticas para todos ellos. Podemos encontrar en este movimiento proyectos empresariales, sociales y cooperativos que operan en un amplio abanico de sectores de producción de bienes y servicios, iniciativas de finanzas éticas y alternativas, promoción de productos locales y agroecológicos, actividades de intervención social y comunitaria, empresas de inserción sociolaboral, comercio justo, recuperación y reutilización de residuos, generación y comercialización de energías renovables, promoción de viviendas y territorios cooperativos, producción y difusión cultural, impulso de la innovación local y comunitaria a través de redes de trueque, bancos de tiempo o monedas locales, sensibilización ciudadana y educación para el cambio eco-social, etc (ASKUNZE, 2019 p.28).

Las entidades de la Economía solidaria tienen capacidad transformadora porque crean ciudadanía activa y comunidad, son laboratorios de ensayo para resolver cuestiones de gestión participativa o de reconversión ecológica de las empresas, tienen un efecto escaparate y son fuente de inspiración. También es relevante su capacidad para hibridar recursos provenientes de la economía mercantil y de la no mercantil ni monetaria. Sus procesos de decisión asumen la coexistencia de trabajo remunerado y voluntario y la generación de espacios públicos que abren las organizaciones (PÉREZ-MENDIGUREN y ETXEZARRETA, 2015, p. 236-237).

 

La forma en que la solidaridad propia de estos emprendimientos se materializa en cooperación, colaboración, comunicación, comunidad, compartir, colectividad… ha llevado a hablar de un “Factor C”, propuesto por el investigador Luis Razeto, que se constituiría en fuente de eficiencia porque a través de la cooperación se obtienen un conjunto de beneficios a cada participante y un mejor rendimiento debido a economías de escala, de asociación y externalidades positivas (PÉREZ-MENDIGUREN y ETXEZARRETA, 2015, p. 236-237). La intercooperación adquiere un importante papel en el desarrollo de la economía solidaria.

 

Por otro lado, el crecimiento “en red” es el propio de la Economía solidaria. Sus valores y lógicas: participación, autogestión, cooperación, etc son difíciles de mantener en empresas de gran tamaño por lo que se requiere del ensayo de fórmulas alternativas basadas en la creación de redes empresariales compuestas por unidades que garanticen la coherencia con sus principios alternativos (ASKUNZE, 2019 p. 29-30). Cuando se multiplican las prácticas de intercooperación entre las iniciativas, se amplían e integran los circuitos de producción, comercialización, consumo y crédito, complementándose los beneficios producidos con el surgimiento de nuevas empresas de la Economía solidaria mediante, por ejemplo, el uso de excedentes compartidos. El ideal sería llegar a constituir lo que se denominan ecosistemas cooperativos locales[1] dando relevancia a la dimensión local, que es considerado el espacio preferente de la contienda con el poder corporativo global, porque es donde las mayorías desarrollan sus vidas, donde los capitales sitúan algunas de sus principales pretensiones mercantilizadoras, pero también donde se ensayan alternativas porque en ellos interactúan múltiples agentes y dinámicas autogestionarias, sociales y comunitarias con voluntad transformadora (MARTÍ y PÉREZ, 2020) como las que caracterizan a la Economía solidaria.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

ASKUNZE, C. (2013) “Más allá del capitalismo: alternativas desde la economía solidaria”, DOCUMENTACIÓN SOCIAL nº 168 Cáritas, Madrid 97-116.

 

 



[1] Serían circuitos de intercooperación socioeconómica en base a la proximidad territorial y la afinidad estratégica, que combinan una organización democrática, una dimensión económica solidaria y una acción sociocomunitaria relevante en sus entornos. Promueven la pluralidad socioeconómica y productiva, un ecosistema de actividad diversificada que busca atender el conjunto de necesidades de las poblaciones locales, económicas y sociales, ambientales y culturales, promoviendo que la cadena de valor de las actividades económicas generadas sea interiorizada por el conjunto de la economía local y que los efectos positivos de la actividad queden en el territorio (MIRO y ACEDO, 2018 p. 178 y 184).

 

 

Luis Enrique Espinoza Guerra

Secretario de REAS CLM, Red de Economía Alternativa y Solidaria de Castilla La Mancha.

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