PRINCIPALES CARENCIAS EN LAS PEQUEÑAS ENTIDADES SOCIALES

PRINCIPALES CARENCIAS EN LAS PEQUEÑAS ENTIDADES SOCIALES

15th junio 2020 Opinión FNXE 0

Recorrido breve sobre el mundo asociativo

Las entidades no lucrativas han tenido en nuestra historia reciente un aumento cuantitativo significativo que ha superado, como suele pasar, la capacidad legislativa y administrativa de España. Allá por los años 60 comienzan a surgir algunos movimientos asociativos que al calor de la Ley de Asociaciones de 1964, facilita la constitución de asociaciones siempre a la sombra de la Iglesia Católica y otros movimientos afines a la dictadura franquista de la época.

Poco a poco se fueron convirtiendo en movimientos ciudadanos, principalmente focalizados en luchas y reivindicaciones sociales que emergían en fábricas y universidades. Estos movimientos se convierten en las escuelas políticas provocando que emergieran las estructuras que actualmente llamamos partidos políticos.

Durante los primeros años de democracia, el movimiento sufrió un descenso ocasionado por la desconfianza hacia el tipo de estructuras, el miedo al control y la falta de reconocimiento mediático y público.

Y es que, a lo largo de estas décadas, las únicas instituciones que se mantuvieron con gran fortaleza fueron las asistencialistas y caritativas. Entidades sociales vinculadas a la Iglesia clásica y movimientos nacidos dentro de ella.

Ya en los años 90 y comienzo del nuevo siglo, los gobiernos iniciaron un proceso potenciador del movimiento asociativo donde percutía constantemente el mensaje “haz voluntariado y si no encuentras una entidad que haga lo que deseas, monta la tuya”. Un error garrafal que olvidó la esencia del movimiento asociativo: la generación de espacios democráticos y organizados donde la máxima es la puesta en común de necesidades -consenso- y de acciones para el cambio. Desde el momento de su constitución, con la obligación de ser al menos 3 personas físicas o jurídicas, deja de tener sentido “montar” tu organización en vez de buscar una que se acerque a tus necesidades y aportar desde dentro.

Toda esta campaña generó un aumento significativo de entidades sociales que nacían en cada reunión familiar o de amigos, sin conocimientos mínimos de gestión y con un puñado de buenas intenciones y necesidades como únicas herramientas. Convirtió el mundo asociativo en un sector formal no profesionalizado.

Este crecimiento permitió la ampliación de oferta académica destinada a la gestión y organización de entidades sociales, pero casi siempre desde el prisma ochentero de ser utilizado como trampolín hacía un mercado laboral saturado y ansioso de perfiles “voluntarios” siguiendo modelos norteamericanos. El mercado laboral social creció, la profesionalización aumentó, pero el dinero seguía siendo insuficiente para mantener el talento en las entidades sociales.

Si a esto le sumamos que la administración generó los medios para su registro, pero sin un criterio unificado que permitiera su crecimiento y entrada en el mundo mercantil, tenemos un escenario actual donde cada día es más complicado gestionar una entidad social.

¿Cómo nacen casi todas las entidades sociales?

En algunas charlas que he dado sobre el tema, siempre lo he comparado con tener hijos. Una idea que emociona en el seno de una familia o amigos y que, aun imaginando que será duro, tiene esa magia de bondad y “buen hacer” que nos aporta la energía para arrancar. A veces, esa magia nos lleva a pensar que el dinero será fácil conseguirlo. En mi experiencia como asesor de entidades sociales, es fácil oír frases como “¿qué subvención puedo pedir?”, “¿cómo puedo hacer para poner a un chaval en la calle a hacer socios?” y otras perlas derivadas del desconocimiento completo de lo que una asociación es.

Poco a poco, esa junta consigue captar a unos pocos más alrededor de su idea. Normalmente con el mismo error, perfiles idénticos sin buscar el apoyo de otras personas que, aunque no estén directamente relacionadas en su vida con los fines sociales, puedan aportar conocimientos y experiencias tan enriquecedoras como las buenas intenciones de una Junta joven.

Un recado que siempre doy a las entidades recién formadas: El grupo de amigos que formáis la Junta Directiva en dos años ni os habláis. Y es que la historia siempre se repite. No es lo mismo soñar con gestionar una entidad social asistencialista, dedicándole un ratito los fines de semana y entre risas con amigos que la realidad. Una obligación constante, sin recursos y donde, si todo va bien, habrá tensiones y decisiones que mermarán las relaciones personales.

Otro mal constante es querer mantener el control de las mismas, volviendo a olvidar la esencia de una asociación. Para mantener el control, la mejor vía es la de que solo sean 3 socios y al menos uno de ellos familiar o amigo muy cercano. Una estructura social tan débil solo podrá llevarnos a la disolución si la respuesta no es la esperada.

 

Falta de profesionalidad

Uno de los problemas más comunes es que las Juntas permanecen formadas por personas relacionadas con los fines y sin ningún tipo de formación especializada en gestión de entidades sociales, equipos humanos o económicos. Una endogamia de “buenismo” que suele llevar a situaciones insostenibles en la realidad de una asociación.

Las juntas rara vez piensan en formarse. Es más fácil pedir una subvención y contratar a una persona que ejecute el proyecto. Sin embargo, esta persona no gestiona la asociación, solo el proyecto. Es típico también ver cómo las Juntas delegan sobre los técnicos de proyectos o personal asistencial la gestión de la asociación, dejando en sus manos la toma de decisiones de aspectos fundamentales y estratégicos los cuales, solo se basan en criterios de tesorería. La máxima de “me han dicho que una asociación no puede tener beneficios” lleva directamente a crear gastos superfluos aumentando los costes de estructura sin rumbo. Estos costes están a la vez subvencionados, con lo que si no hay subvención, fuera la estructura y el personal.

Con una Junta profesional, conocedora de aspectos económicos, de gestión de RRHH, de estrategia, de marketing, podremos gastar nuestro superávit con sentido -o al menos con una estrategia- que nos permita seguir creciendo. Y es que ese crecimiento debe estar relacionado con huir de las subvenciones.

La falta de profesionalidad es uno de los problemas más comunes en las entidades sociales pequeñas

Confundir “Sin ánimo de Lucro”

Esta falta de profesionalidad nos lleva directamente a confundir el concepto sin ánimo de lucro con beneficios. Las Asociaciones y Fundaciones, entre otras, son entidades jurídicas sin ánimo de lucro. Siempre. Sin distinciones. Y sin embargo pueden facturar, contratar, pagar a autónomos o comprar los productos que sean necesarios. Porque la actividad social, dentro del marco legal, debe ingresar (mediante facturación, donaciones, subvenciones) e invertir y gastar en sus fines y actividades sociales. Al cierre de nuestros ejercicios, debemos buscar siempre el haber generado el mayor beneficio posible porque esto significará que en los próximos años deberemos reinvertirlo en nuestros fines sociales haciendo nuestro proyecto más grande y enriquecedor.

No diré que es una falta solo de las Juntas y los socios de las entidades sociales porque es un mal general provocado por el propio sector. Las campañas de las grandes entidades de la época de crecimiento de los 2000 generó eslóganes falsos como “el 100% de lo recaudado llega al proyecto”. Lógicamente, esto es imposible porque solo la comisión bancaria de una transferencia internacional suele rondar el 6% y el salario de la persona que te ha hecho socio en la calle también hay que pagarlo.

Es importante que desde todo el tejido social luchemos por enseñar a la sociedad que, desde nuestra transparencia, somos entidades sin ánimo de lucro porque no repartimos beneficios, sino que los invertimos en nuestros fines. Y por ello, cada año necesitamos más beneficios para seguir llegando a más gente.

 

Búsqueda de fin social a través de la caridad

Las primeras entidades sociales nacen de la Iglesia y del concepto de caridad. En estos días de confinamiento han resurgido movimientos católicos defensores de este concepto en contra punto al de la solidaridad. Analizándolo desde su etimología, Caridad no es más que es la virtud de tratar al prójimo como a uno mismo. Y también podríamos entender que una persona solidaria es aquella que ayuda “a quien lo necesita” situándose así en un lugar superior al beneficiario.

Más allá de este debate, en el nacimiento de muchas pequeñas entidades se forma la falsa creencia de que los fines de la propia entidad son los más correctos, importantes y necesarios. Y que, la financiación y el apoyo de otras personas es fácil conseguirlo. ¿Cómo no me van a subvencionar si trabajo con X o con Y? Pues mi respuesta es muy clara, porque tus fines son igual de importantes que el de al lado, pero cada uno tiene su público objetivo.

Conseguir financiación para nuestra entidad pasa por conseguir alcanzar el perfil de personas que empatizan con nuestros fines. Un terremoto al otro lado del mundo aumenta directamente las donaciones a instituciones internacionales conocidas por personas que han viajado a esos países o tienen alguna relación. Pero si el terremoto es en España, todos nos sentimos tan cerca del problema que acudimos en masa.

Pues en nuestra entidad ocurre lo mismo. Si somos una entidad que trabajamos en un barrio, deberemos encontrarnos con nuestros vecinos. Si nuestra entidad trabaja con una enfermedad rara, deberemos encontrarnos con aquellas personas que la padecen, sus familiares y amigos. Pero con una estrategia correcta, deberemos ampliarlo después todo lo que podamos porque entre nuestros fines siempre tenemos que incluir la famosa sensibilización que hace que nuestro fin sea cada día más grande.

 

Voluntariado vs trabajo

Otro error de las pequeñas y jóvenes entidades sociales es confundir la voluntariedad con el empleo. La propia legislación del voluntariado lo define como una persona que realice una actividad solidaria de manera libre y sin contraprestación económica o material.

Por lo tanto, la actividad que realizará un voluntario jamás será en sustitución de una actividad profesional laboral. Sin embargo, son muchas las veces que se piensa cubrir un puesto con un voluntario -como por ejemplo con monitores de actividades infantiles- y sin embargo jamás se piensa en buscar un voluntario que pueda ayudarnos a crear una web, a gestionar la caja de la asociación o a ayudarnos a buscar más socios.

Es curioso como el sector más representativo de la lucha del trabajador ha ido inclinándose hacia la generación de empleo encubierto ampliando así la huida del talento y de los posibles donantes que ven como pozos negros nuestras pequeñas entidades.

Desgraciada o afortunadamente, la administración en los últimos años ha empezado a vigilarnos un poco más de cerca. Quizá el sistema no es el más correcto al ser el mismo que el del mundo de la empresa, pero no podemos olvidarnos que nuestro objetivo es generar la mayor riqueza dentro de nuestra asociación para la contratación laboral y mejora de nuestros servicios y actividades sociales.

Otro error de las pequeñas entidades sociales es confundir el voluntariado con el trabajo

La Administración.

Creo que sería una carencia en cualquier ámbito o sector según preguntáramos. Sin embargo, en nuestro caso es mayor aún. Porque la administración no ha entendido que las entidades sociales somos un motor económico, que sin haber hecho las cosas todo lo bien que sabíamos, seguimos al pie del cañón. La Administración pública es la primera que se ha apoyado en entidades sociales para llegar donde no es capaz, la que ha fomentado la cultura de la subvención y la que ha capitalizado mejor cada fotografía de éxito de nuestro sector social.

Y, aun así, seguimos teniendo registros de asociaciones y fundaciones saturados, nada digitalizados y con esperas de meses para tramitar cualquier obligación registral. Y mientras esperamos que los registros nos envíen una documentación tenemos a la Agencia Tributaria, entre otros, exigiéndonos estar al día para no sancionarnos.

No saber cómo funciona la administración es otro de los grandes problemas que sufren las pequeñas entidades. Perdidos entre el papeleo, ámbitos de actuación o con certificados electrónicos que no se saben utilizar.

Es una carencia de las entidades no formarse en cómo se trabaja con la administración, más si cabe si se nace con la idea de recibir subvenciones, porque se convierte en tu mejor cliente. Por ello, hay que conocer los tiempos, procedimientos y necesidades de la propia administración.

Si hablamos de ayudas y subvenciones, no podemos olvidar que las líneas de financiación se basan en criterios políticos y que irán cambiando con el color del gobierno de turno. No podemos olvidar que quieren que vuelva el máximo posible al Estado y que por tanto es importante contratar personal y pagar impuestos. Y sobre todo, no podemos olvidar que cuando constituimos la asociación nadie pensó en el tiempo que tendríamos que dedicarle a la administración en detrimento de nuestros beneficiarios, llegando a un punto de ahogarnos en burocracia que no nos permite seguir ejecutando y haciendo crecer nuestros proyectos.

 

Objetivo final: desaparecer.

Por último, ninguna entidad piensa en el que realmente debería ser su fin: DESAPARECER. Porque en una sociedad justa, equidistante, tolerante e imaginaria, no tienen cabida los movimientos sociales a través de pequeñas organizaciones privadas sino a través de los canales comunitarios de gestión.

Mientras tanto, seguiremos trabajando para que nuestros fines sociales se cumplan, lleguen a cuanta más gente mejor, creemos empleo y riqueza y podamos seguir creciendo.

 

CONSEJOS

Para cerrar, me gustaría dar una serie de consejos resumen desde el prisma de este humilde gestor social. Sufridor y enamorado de las pequeñas asociaciones que trabajan cada día por mejorarnos al resto nuestras vidas.

  • Formación a la Junta en materia de gestión, RRHH, economía y marketing.
  • Búsqueda de perfiles profesionales en el sector para integrarlos en nuestra estructura.
  • Buscar voluntariado no solo asistencialista.
  • Si se puede, contratar personal. Y si también se puede y tiene talento, retenerlo.
  • No vivir de las subvenciones.
  • Trabajar por desaparecer.

Alberto Menoyo

Alberto Menoyo es Director de Consultoria Cotiledon, experto en fundraising, patrono de Fundación Funciona – ONGD – y de Fundación Nexoempleo. Hasta fundar Consultoria Cotiledon ha trabajado para entidades sociales y trabajó en el desarrollo y puesta en marcha de Pangea.

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